en la foto, mi simpático tatuador, Darren Brass, con su bebé

La postintimidad que pretendo exponer en este blog se me revela terreno pantanoso cuando dejo la vena espontánea que ha ido predominando a lo largo de los meses que llevo por aquí y por no sé qué razones analizo más de la cuenta lo que pongo y lo que no, lo que forma parte del conjunto de strepteasses posibles y aquello que es mero exhibicionismo banal.

El postporno y la postintimidad pueden ser mero narcisismo, sí, dado que únicamente hablo de mí desde mí misma etc. Pero claro, si quiero hacer postintimidad sólo puedo hacerlo de este modo, no es así? De otro modo que ignoro quizás sería postcotilleo o postvoyeurismo o qué sé yo… y heme aquí con mis alegrías y pudores (ya sea para reconocerlos o bien para combatirlos con travesura y humor), un autoanálisis casero si lo utilizo como quien anota sueños para luego interpretarlos o bien un mero entretenimiento con nombre y ficha fotográfica de cada estado anímico, cada ocurrencia, cada proyecto, en plan cuaderno de bitácora.

Tengo pendiente continuar la serie de fotos en cuartos de baño públicos, pero la he aparcado un poco porque me entró cierto pudor que, descuidad, seguro que supero tarde o temprano, jajaja. También he dejado aparcados los relatos de primeras veces, tengo aún muchas que me apetece relatar pero no encuentro el tiempo para ello, estoy en ello (en lo del tiempo). Y más proyectos que ya veréis en su momento.

Ahora abordaré un tema que resulta fácil: os contaré qué tal todo, jajaja.

El lunes mi hijo despertó de la siesta con conjuntivitis (por la mañana estaba estupendamente) y cambió las prioridades: primero llevarle al pediatra y cuidarle en casita y luego ya veremos si trabajo o no. Mis jefes se lo tomaron bien y tuve mucha más colaboración de la esperada, qué suerte!

El martes me enteré de que éste era el último año del Bread & Butter en Barcelona. Parecía que esta feria estupenda que reúne tantas buenas ideas como frivolidades insulsas ya formaba parte inextricable de Barcelona. Pues no, han cambiado de idea y regresan a Berlín. En época de crisis, cuanto más cerca de casa, más seguros, y unos vienen y otros se van, por mucho que a la despechada Barcelona le duela.

El miércoles, con Juanito de nuevo en la guardería y después de una larga jornada recorriendo el B&BB para repartir saludos y tarjetas, acudí a una reunión tuppersex muy divertida convocada por G., 6 mujeres nos dejamos aconsejar por una experta vendedora de vibradores que había volado expresamente de Madrid para nosotras, bebimos cervezas futboleras sin fútbol y bromeamos sobre controles de aeropuerto y vibradores, el sexo loco cuando tienes hijos y lo difícil que es explicarles que los patitos de goma eróticos no son para ellos, la duración de las pilas, los tamaños, colores y formas de los juguetes y de los hombres… además aprendí mucho sobre los masajes chinos gracias a la erudición de una espontánea que nos maravilló a todas con sus aventuras orientales.

El jueves tatuada. De nuevo en el B&BB pasillo arriba pasillo abajo (me regalaron una original cámara de fotos analógica), y además de encontrarme con estilistas y redactores que hacía siglos que no veía y que me relataron la crisis editorial que está hasta en la sopa, conocí en un stand sports & street a unos tatuadores norteamericanos especialmente comunicativos, y como era la última vez que iban a estar exponiendo su trabajo en esta feria en Barcelona, tristes por tener la perspectiva de acudir al frío Berlín para la próxima edición, pues nos ofrecieron a algunos periodistas locales hacernos ahí mismo un tatuaje gratis mientras BTV nos filmaba; y ni corta ni perezosa me hice el mío: una mariposa voladora que me propuso Darren Brass y que no vi hasta que estuvo completamente grabada en mi piel. Un dibujo fugaz pero paradójicamente indeleble.

Mientras estaba sentada en aquella silla de tortura (dos horas duró el invento sobre mi cuello) me pasaron por la cabeza pensamientos de todo tipo relacionados con “qué estás haciendo, roser!”: qué pensará mi madre, qué opinarán mis hijos, cómo quedará, se verá, no se verá… y ¿y si luego no me gusta?” etc. Sin embargo, debo reconocer que me gustó tanto que me tatuaran por sorpresa como saltarme todas esas ideas limitadoras con el único argumento de “la vida es una” y la piel es solo eso, piel, qué más da si con dibujos, arrugas, frío o calor, no?

Esa misma tarde, cuando llegué a casa, me encontré una carta de mi casero que quiere que me vaya. La casa no era para siempre, claro… Tendré que volar otra vez a otro lado, me dije, si no es ahora mismo será más adelante. eso ya era así desde hace un año, cuando entré a vivir en este pequeño paraíso con mariposas, rosales y diminutas hormigas paseadoras. Pero cuánto cuesta aceptarlo sin más!

Hoy, que ya es domingo y el tatuaje ha dejado de dolerme, me he dado cuenta en plan iluminada -perdonadme el tono de autoayuda, jeje- de que todo lo relatado sobre esta semana tan larga está sutilmente unido (D. me habló el sábado pasado de gestalt, precisamente). Lo que uno hace cada día desde el origen de su tiempo tiene sentido cuando lo juntas, es obvio, pero además de vez en cuando lo que ves es algo así como un capítulo resumen de intenciones de esas que no terminas de poner en marcha y que el pepito grillo de las casualidades se dedica a recordar: estoy desde el final del pasado verano, y desde mucho antes también, cambiando y cambiando elementos trascendentes y al mismo tiempo me da una pereza enorme cambiar demasiadas piezas del puzle. ¿Alguien lo entiende? Espero que sí!

Así que la realidad se impone con su eficacia habitual y el recuerdo de lo efímero que es todo que tan bien me ha venido con el tatuaje (en “Ada o el ardor” no logré pensar en nada más que todo esto de “la vida es una” y “que me quiten lo bailado” entre tanta mariposa apasionante del Nabokov oscuro entomólogo que las cazaba al vuelo en verano, en países fabulosos, y en invierno clasificaba sus descubrimientos en el laboratorio de un museo). Las mariposas fueron sus musas más fieles y adoro “El coleccionista” aunque dé miedo.

Pese a su naturaleza volátil e inconsistente, estos insectos fueron una constante en la vida itinerante del padre de Lolita, que nunca dejó de cazarlas en cualquiera de sus residencias. «Es pasmoso que las personas corrientes se fijen tan poco en las mariposas», leo que se sorprende Nabokov en su autobiografía novelada Habla memoria.

Y así, pensando en todo esto (unos vienen y otros se van, el lugar que habito es provisional, a otra cosa mariposa, un tatuaje es para siempre, una mariposa no dura apenas nada, en Amsterdam tomé un té en un invernadero que contiene 2.500 mariposas que me dejó impresionada… he dado con una curiosidad semántica que vincula el origen de la palabra mariposa en español con la expresión “María, pósate”. ¿Verdad que es divertido?

Bien, y no alargo más este post, para que quede espacio y paciencia suficiente para leer este último añadido: un delicioso fragmento de “Ada o el ardor”, un apreciadísimo libro que me regalaron a los dos días de nacer Marcel, hace más de 13 años:

“Su vestido ligero y flotante estaba tan abierto por la espalda que cada vez que la ahuecaba por un movimiento de sus omóplatos prominentes, Van, que se había aproximado al taburete tanto como se lo permitía la prudencia, podía ver hasta el coxis su ensilladura marfileña y respirar todo el calor de su cuerpo. Con el corazón saltándole en el pecho, y la mano lamentablemente hundida en el bolsillo del pantalón, se inclinaba sobre ella, mientras ella se inclinaba sobre su obra, y permitía a sus labios sedientos que se deslizasen ingrávidamente desde la cabellera tibia a la ardiente nuca. Era la sensación más dulce, más poderosa, más misteriosa que nunca había experimentado. En la sórdida lujuria del invierno anterior nada podía haberle hecho presentir aquella ternura acariciadora, aquel desconsuelo del deseo. Hubiera querido permanecer indefinidamente sobre la redondez exquisita de la pequeña protuberancia ósea que destacaba por debajo de su nuca, si ella, indefinidamente, hubiera mantenido la cabeza inclinada, y si el pobre muchacho hubiese sido capaz de soportar por más tiempo el éxtasis de aquel contacto en su boca, convertida en cera inmóvil, sin apretujarse contra la chica en un loco abandono”.

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