“Hay escritos que son como cuartos de baño en casa ajena, donde el lector no puede poner la vista sobre nada que no le remita inmediatamente a la inquietante presencia del otro -el autor, el propietario-, de quien es la toalla, el jabón, el peine y, sobre todo, el espejo: todo el texto es un espejo donde el autor se hace admirar a través de sus fetiches. Loos pudiera haber dicho que se trata de escritos tatuados, o que hay quienes se tatúan, no en las nalgas, sino en los escritos.”

Josep Quetglas

 

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