roser amills pelucas

En la mitología clásica, el héroe Hércules, ideal masculino, tiene su momento travesti, cuando es vendido como esclavo a la Reina Onfalia y ambos invierten sus roles: la reina se viste con piel de león, mientras Hércules, vestido de mujer, trenzas incluidas, se pasaba los días hilando con una rueca. Y qué decir de Juana de Arco (1412-1431), que no tuvo reparos en vestir y adoptar el papel de un hombre para formar parte de las filas militares en plena reconquista, pero que también vestía así el resto del tiempo. No sería hasta 1910, cuando Magnus Hirschfeld introduce el término “travesti”, distinguiéndolos por primera vez de los homosexuales. Marlene Dietrich, hija de un teniente de policía, de niña se hacía llamar “Pablo” y jugaba disfrazarse de su papá.

Sin embargo, la Biblia lo ha prohibido siempre, como leemos en Deuteronomio 22:5: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que hace esto”. Extremadamente católico, Franco decidió que no sólo disfrazarse de mujer era pecado, sino disfrazarse en general, y puso todo su interés en eliminar este tipo de expresiones populares: en 1938, en plena guerra, publicó un decreto que prohibía directamente el Carnaval en España.

Por otro lado, cuenta el Evangelio según San Marcos que, ataviada con siete velos Salomé danzó y complació a Herodes y a sus invitados. Entonces, el rey dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras que yo te lo daré”. Algo parecido cuenta Fellini que sucedió en los estudios de cine italianos, Cinecittà, en los 50: un aristócrata italiano ofrecía una fiesta en su mansión y algunos invitados eran personalidades del mundillo cinematográfico, así que en el clímax de la reunión hizo aparición una desconocida aspirante a actriz con ansias de autopromoción que aprovechó la ocasión para continuar la función con un ameno striptease.

Dejó patidifusos a todos los presente y llenó las portadas de los periódicos de la época. Por esa misma época, con el sobrenombre de “la tragicómica del estriptis”, Rita Renoir (1938), una de las primeras vedetes del cabaret parisino Crazy Horse, afirmaba que para ella un buen striptease era como un buen acto sexual, sólo que con el público. Pronto hizo carrera en el cine, tanto con directores marginales como con Antonioni. Por otro lado, la fotógrafa y escritora Sophie Calle, nacida en París en 1953, protagonizó una acción nada corriente a principios de los ochenta: se desnudaba todas las noches en su barraca de feria de la Foire d’Anvers en Pigale, dejando que sus amigas la fotografiaran. Convirtió así el acto de desnudarse en una performance artística que ha sido muy imitada.

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