Condenado por los tribunales de la inquisición veneciana, en el informe secreto que lo lleva a la cárcel, se lee: “Cuando se conoce a Casanova se ve en él unido, en una misma persona, al más terrible impío, embustero, impúdico y sensual”.

Entre otras gestas, el gamberro Casanova prometió un hijo a Madame D’Urfé -una mujer que sobrepasaba los 70 años y que, profundamente enamorada de él, le sufragó multitud de viajes y aventuras mientras él mantuvo la farsa, que fue durante bastantes años. Una muchacha rústica aprendió a escribir para ser digna de su amor pero él decidió beneficiarla con su rechazo:

“Resolví hacer la felicidad de Cristina sin unirla a mi persona. Había pensado en casarme con ella, pero después del goce la balanza se había inclinado tanto de mi lado que mi amor propio se encontró más fuerte que mi amor. Se me ocurrió entonces la idea de buscarle un marido que, bajo todos los conceptos, reuniese mejores condiciones que yo”. 

En Venecia, para no dejar embarazadas a las damas que caían en sus brazos, inventó un anticonceptivo: una canica de oro de 60 g. que introducía en la vagina y con la que aseguraba podían practicar sexo con él sin miedo a embarazos no deseados.

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