“Si usted quiere saber lo que quiere decir una mujer realmente, mírela, no la escuche”
Oscar Wilde

sombra de roser amills

Esta semana he tenido varias conversaciones con mujeres que no están del todo satisfechas con su vida sexual, pero en vez de decirlo claramente y afrontar las tareas necesarias para solucionarlo, se quejan. Os dejo un resumen de estas charlas, por si os identificáis o identificáis a alguna amiga:

“Estoy bien, mi pareja es fantástica, pero…”
-Celia dice que está muy bien con su pareja, pero todos la vemos tensa… Ella preferiría que la ignoremos o no quedar nunca más con nosotras antes de reconocer que tiene carencias sexuales difíciles de confesar para una mujer que siempre trata de ponerlo todo en positivo, pero su rostro es un poema, sobre todo cuando ve a otros besándose apasionadamente.

Los hombres no son lo que eran
-Juana se acaba de separar porque su novio dejó de mostrar deseo, pero ignora por qué sucedió eso… No se le ocurrió preguntar, era algo violento, dice. Ahora está sola, y la próxima pareja quiere que sea… Nos ha contado un montón de características ideales, pero ni una palabra de lo que pasó con su pareja anterior. Sospechamos que utiliza la técnica de “mejor mirar hacia delante” y que ha perdido la ilusión y la curiosidad y que vive en un mundo de fan-tasía en el que el buen sexo brilla por su ausencia porque no hay príncipes que estén a la altura de sus expectativas. ¿Quizás tendría que bajar un rato a la realidad y ser más sincera consigo misma?

“No quiero más sexo casual, sería mejor con pareja estable”
-Isabel liga en cuanto se lo propone, pero cuando la felicitamos confiesa que está cansada del aeróbic erótico y anhela un cuento de hadas –el de Celia, que dice que está tan bien con su pareja, ese compromiso de pareja estable-: el lunes empezará a no ligar con el primero que pase y dice que va a exigir compromiso, complicidad y vivir juntos, porque viviendo juntos el sexo es siempre mejor.

“Ella empezó la discusión” / “la empezó él”
-Joaquín no entiende por qué él y su novia discuten cada vez más a menudo y la nota tan quisquillosa y susceptible que está pensando en separarse, pero cuando contrastamos con Lucía, la interfecta, al día siguiente, es ella la que afirma que él no para de chincharla por cualquier nimiedad y que se lo comen los celos. ¿Quién dice la verdad? Nosotros, muy prudentes, escuchamos y dejamos que se desahoguen, pero esto tiene muy mala pinta, pues cuando las ver-siones difieren tanto es que ya no hay relación, sino una guerra.

La adicción a la queja
-Clara, desde que tuvo a su segundo hijo, no tiene ganas. La culpa, según ella, es de Jorge, su marido, porque es menos delicado. Le rogamos que nos dé más datos de lo que ella necesita para ver si podemos ayudarla, pero se queda sin palabras y reconoce que no sabe qué le falta. Así, no hay manera, baja los ojos y acepta nuestro toque de atención y nos promete pensar en ello, pero al cabo de una semana la oigo repitiendo los mismos reproches a otra amiga. Se ha instalado en la queja, pero de ponerse manos a la obra no dice nada.

Hasta aquí algunos ejemplos de lo que da de sí hablar de sexo: salen a la luz todo tipo de triquiñuelas, sí, porque tendemos a los laberintos a la hora de hablar de lo que nos pasa entre las piernas, y en consecuencia entre las orejas también, y hay que insistir un poco para que afloren las verdades que escondemos entre las mentirijillas piadosas o vergonzosas.

Aprende más en “Me gusta el sexo”

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2 comentarios sobre “Hablemos (más) de sexo: ¿Cuántas mentiras sexuales les cuentas a tus amigas?

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