Antropóloga y novelista especializada en cultura japonesa, en su adolescencia tuvo la oportunidad de pasar un año en Japón, en 1960. Vivió en una ciudad rural, sin nadie que hablara inglés, con una familia con la que aprendió japonés y a tocar instrumentos tradicionales. Así que cuando esta viajó nuevamente a Japón en 1978 para completar su tesis estaba tan motivada que terminó ingresando en una comunidad de geishas de Kyoto y se convirtió en la primera mujer americana de la historia que se ha convertido en geisha, esas marionetas sensuales y obedientes de kimono negro, cara blanqueada, y peinado engrasado. Pintora, poetisa, música y bailarina a la vez, la geisha encarna a su manera una “mujer de ensueño” ni madre, ni esposa; ni mujer, ni niña, ni prostituta… Las Geishas evocan la fantasía erótica de la muchacha que dedica todo su esfuerzo a complacer y agradar a sus protectores y clientes, satisfaciéndolos en todo. Para ejercer el oficio, la tradición marca que se debe ingresar de niña en una escuela de aprendizaje para aprender artes como la danza, la música clásica, o la narración. Luego, en la pubertad, se debe seguir la ceremonia que marca el paso de maiko a geisha, la desfloración ritual, un proceso que solía durar 7 días y mediante el que un hombre, tras pagar una cuantiosa suma de dinero, la desvirgaba. Liza pasó directamente a geisha oficial (la desfloración ya la llevaba puesta) y pasó a trabajar en la escuela de geishas. Actualmente vive en California con su marido, Michael, da conferencias en distintas partes del mundo sobre las geishas y ha ayudado a Arther Golden con su best-seller “Memorias de una Geisha” y al director dela película basada en este libro. Ella misma es autora de algunos títulos, como “Geisha” y “Kimono”, sobre su vida como Ichigiku y Hollywood rodó una serie de televisión sobre su experiencia en Japón, “American Geisha”.

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