18/11/2012

Morbo (en ‘Diario de un completo gilipollas’)

Nunca imaginé que llevar una bolsa en la cabeza iba a provocar tanto morbo entre las personas que me leen. No hablo de curiosidad ni tampoco de miedo, hablo simple y llanamente de morbo, eso que muchos dicen provocar o padecer pero que a la hora de definirlo casi nadie sabe como hacerlo. En mi caso el morbo es escuchar cómo se ducha mi vecina e imaginarla enjabonando ese cuerpo que Dios nuestro señor hizo para el pecado. Morbo es ver unos labios carnosos e imaginarte también besándolos, mordiéndolos, succionándolos, pintándolos de colores. Morbo es quitarte toda la ropa, ponerte una gabardina, coger una bolsa de caramelos y… mi abogado me recomienda no acabar esta última frase. Salvado este peligroso momento que roza la ilegalidad, estoy en disposición de asegurar que el morbo tiene sus raíces en aquello que no tenemos pero deseamos, sobre todo, cuanto más peligroso y oscuro, mejor.
La definición de morbo que aparece en esa cosa gruesa y pesada que no es la herramienta de Nacho Vidal sino el diccionario de la RAE dice:
morbo. (Del lat. morbus). 1. m. enfermedad (alteración de la salud). 2. m. Interés malsano por personas o cosas. 3. m. Atracción hacia acontecimientos desagradables.
No puedo estar más en desacuerdo. El morbo poco tiene de enfermedad, de malsano o de desagradable. Lo de los señores de la RAE es como cuando un medico que hace mas de diez años que debería estar jubilado te dice que fumar es malo mientras sostiene un puro en la mano. El morbo puede que sea un deseo o un pensamiento prohibido pero porque nos lo hemos prohibido nosotros mismos en conjunción con eso tan maravillosamente artificioso que llaman “moralidad”. Pero de ahí a que sea malsano, desagradable o enfermizo pues como que no. Porque sepan ustedes que el morbo es algo sano y necesario que alimenta el espíritu. El morbo se basa en lo que no tenemos porque cuando lo consigamos dejará de ser morboso y pasará a convertirse en algo real. Mejor o peor, pero real. Y en el mundo que nos ha tocado vivir, la mayoría de veces lo real es peor que lo imaginario. Por eso nunca me quito la bolsa de papel de la cabeza. Imaginen ustedes que soy Brad Pitt o Perez-Reverte. Imaginen ustedes que bajo esta bolsa de papel está quienes ustedes quieran que esté. Imaginen ustedes que soy Jorge Javier Vázquez o Maribel Verdú. Imaginen ustedes que estoy desnudo, tan solo con la bolsa de papel en la cabeza, haciendo el baile del caballo de ese coreano que se parece al sobrino rarito del pueblo. Imaginen ustedes que soy la señora Fletcher o el periodista ese del parche en el ojo que sale en Intereconomía. ¿Qué más da? La imaginación nunca debería estar limitada por ningún tipo de muralla, incluso las morales. Es imaginación, es morbo, tan solo eso. No es malo, sepan ustedes. Nos da más morbo ver la mitad de medio pecho a través de un escote desbocado que media docena de mujeres maravillosamente desnudas en la playa. El morbo es imaginación de cuanto no tenemos. El morbo es tan necesario como esa cosa invisible que se mete en nuestros pulmones cada vez que abrimos la boca y nos ayuda a seguir vivos para pagar nuestros impuestos. Y lo mejor de todo: el morbo es gratis. Así pues imagínenme como deseen bajo esta bolsa de papel que oculta mi rostro. Imaginen cuanto deseen.
Viva el morbo, viva la señora Fletcher y viva el baile del caballo.
Post inspirado por la poesia “morbosa” de Roser Amills

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Y si deseas escucharme en radio ONDA VASCA conversando con Jon Martija puedes hacerlo AQUÍ. Allí hablo cada lunes a la 01:00h de la madrugada de erotismo, sexo divertido y demás alicientes para una vida optimista, y también de mi libro de 2012 “Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia” y cuáles son los ingredientes necesarios para que las relaciones de pareja sean de lo más gratificantes tomando ejemplo de los personajes más magnéticos y atrevidos del arte, la cultura, las ciencias y el espectáculo.

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