Empecé a leer a los 5 años y a escribir muy pronto, a los 7. Me refiero a escribir poemas. Y ya no paré. Me estaba asomando a un abismo maravilloso de conocimientos que iba mucho más allá de lo que podía conocer en mi contexto personal: nací en un pueblo de Mallorca, Algaida, de unos 2.000 habitantes donde había demasiados secretos, miedos y falta de comunicación. Los chismorreos de pueblo y el “qué dirán” me podrían haber convertido en una miedosa más, pero leer y escribir me permitió ser valiente.

Escribir poesía es crear imágenes, metáforas. No es distinto de lo que hacemos a diario para comunicarnos con los demás: el lenguaje, el pensamiento, son metáforas. Pero no somos concientes de ello. No todo lo que podríamos serlo.

La metáfora ya aparece con el simple hecho de mirar: lo que mi ojo ve no estoy jamás segura de que sea lo mismo que ven los demás, nadie lo sabe, y me lo cuento a mí misma mediante una interpretación metafórica cuando veo que el sol se parece a una naranja o descubro la silueta de un rostro en una nube.

A diario, todos estamos tratando de traducir nuestra visión del mundo cada vez que hablamos, que nos expresamos. ¿Qué es el color rojo para mí y para ti? ¿Y un árbol o una mesa? ¿Vemos lo mismo? ¿Lo interpretamos igual?

Las fotografías me han ayudado mucho en este proceso. Si me fotografío me veo como se supone que me ven los demás, puedo distanciarme y analizar lo que yo creía ver y lo que ve la cámara.

Para mí hacerme fotos ha sido un camino para conocerme, para volverme más humilde, para aceptar lo que soy y aprender de ello. El narcisismo es una vía de conocimiento personal, siempre y cuando te observes con humildad.

Humildad: no se trata de ver lo mejor de ti y obviar lo demás. Se trata de ver que eres igual de frágil y de fuerte que cualquier otra persona y a la vez único, de buscar puntos en común y tus rasgos distintivos. De desvelar las trampas de las apariencias e ir más allá.

Y acepté que soy mujer y que cada mujer es una fuente de miedos, como cada hombre. Pero en vez de asustarme por eso, en vez de quedarme en la superficie de mis miedos, lo trabajé como fuente de valentía. Me miro y me río y me acepto, toda una terapia.

El verdadero crecimiento personal es aprender a mirarnos de frente, de lado, por detrás, aceptarnos. Cuando ves tus miedos e inseguridades y los sitúas y comprendes ya hay un avance, ya estás lista para tratar de superarlos.

También es muy interesante ver cómo evolucionas: en una ocasión, hace años, recopilé todas las fotos que tenía desde mi primera infancia hasta el momento actual y preparé un montaje con todas juntas, por orden. Con ello pude ver cómo había ido evolucionando, pude comprenderme mejor.

Para mi último poemario, “Morbo”, hice un experimento: durante meses me fotografié desnuda, en casa. Dejé que me fotografiaran. Hice experimentos de todo tipo. Y me lo fui contando todo con el lenguaje, con los poemas.

Las mujeres tenemos mucho miedo de aceptar nuestro cuerpo como es, sin más.

He aprendido mucho de esas fotos: he visto mis miedos y mis fuentes de seguridad como lo que son, sin más. Imágenes, metáforas, interpretaciones.

Gracias a este proceso he comprendido y aceptado mis complejos y ya, sólo con esto, con la aceptación, me he vuelto mucho más segura de mí misma. Después he podido contarlo. Y ahora muchas mujeres pueden identificarse con lo que he escrito porque es universal, es ir a la base del tema: nos pasamos la vida sin saber cómo somos de verdad, escondiéndonos, cuando lo que de veras nos ayuda es mirar. Mirarnos sin miedo.

Después de trabajar en el tema de las fotos de mi cuerpo desnudo pasé a un juego más social: hacerme fotos en lavabos públicos, jugar con las represiones sociales. Descubrí el poder de este juego sencillo pero potente: fotografiaba mi culo en lavabos públicos de los locales más variopintos. Cada vez descubría una mujer diferente. La portada de mi poemario contiene una de esas fotos, una cualquiera tomada al azar.

Era hacer algo prohibido y analizar qué significa ese gesto para mí. Y saltarme la prohibición con sentido del humor, sin sentimientos de culpa. Mi culo es mío y lo fotografío porque me da la gana.

Me ayudó a comprender lo que las mujeres tenemos en la cabeza cuando nos miramos y cuando no lo hacemos, cuando nos miran y cuando no nos ven: si me fotografío el culo frente a un espejo puedo ver esa parte de mí oculta a mis ojos, oculta a los demás gran parte del día. Es como la cara oculta de la luna.

Viajé a esa parte oculta de mí misma con ayuda de una simple cámara de fotos y este viaje, como todos los viajes, me abrió los ojos a nuevas formas de pensar, de interpretar.

Fotografiarme por detrás, lo que no veo de mí misma, me ayudó a verme en mis tres dimensiones físicas y comprenderme, aceptarme, disfrutar la simple diferencia que soy.

A diario las mujeres nos fijamos en los culos de otros hombres, de otras mujeres, pero no vemos casi nunca el nuestro, lo tapamos, lo evitamos. Desafortunadamente muchas que evitan vérselo porque no lo aceptan, no lo quieren reconocer como propio, lo idealizan buscando tenerlo como las modelos de las revistas de moda.

¡¡¡¡Cuánta belleza hay en aceptar la belleza única e intransferible de una misma!!!

Todo este trabajo con las imágenes de mi cuerpo, este trabajo de mirar de verdad, de frenar la mirada para ver el detalle y comprenderlo, me ayudó a escribir “Morbo”. Un poemario que analiza la sexualidad femenina tal y como es. Llena de represiones que nosotras mismas nos imponemos.

Cuando se dice que las mujeres estamos perjudicadas por la represión social, por siglos de patriarcado, olvidamos que ahora somos nosotras mismas las que seguimos jugando voluntariamente a este juego. Nos da miedo ser y expresarnos como verdaderamente somos y nos escondemos tras máscaras de niña buena que no nos ayudan en absoluto.

Hay que volverse a mirar como mujer, libres de cursilerías y miedos, y aceptar que nos gusta el sexo, que podemos ser como queramos, que depende de nosotras.

Al mismo tiempo, hice el ejercicio de mirar las relaciones sexuales con ojos nuevos: si miras una película porno a cámara lenta descubres muchos detalles divertidos, tiernos, ridículos, y saber reírse con mucho sentido del humor de las cabriolas y ejercicios gimnásticos de la pasión ayuda a ponerlo en su lugar.

También miro, en este libro, mi biografía con perspectiva: nadie nace enseñado, el conocimiento del propio cuerpo, de la propia imagen, es un trabajo personal que requiere esfuerzo y autoconciencia.

En vez de mirar en las distintas pantallas que hay a nuestro alcance los cuerpos idealizados de las modelos, me propuse mirar lo que soy, aprender de mí misma. Somos una biblioteca maravillosa, cada uno de nosotros, rica y amplia y llena de misterios, de lo que es la vida, de lo que es existir.

No hay que buscar tanto la espiritualidad fuera, primero deberíamos pararnos y mirar dentro para saber cómo sentimos, percibimos, podemos disfrutar la realidad que vemos desde nuestros ojos, desde lo que somos.

Un comentario sobre ““Morbo” y las fotos y la conciencia

  1. Bueno, y creo, como un día hablamos, que en MORBO, además, te resistes a morir. Me parece que es un poemario que toma conciencia orgánica del cuerpo. Un cuerpo que se hace responsable de sus latidos, un cuerpo al que le da rabia caminar hacia su extinción.

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