El siglo XX fue para el ballet y la danza moderna abundante en reclamos eróticos para renovarse, muchas veces vinculadas a la trama, y el más decidido a renovar el ballet fue este bailarín clásico ruso, promiscuo y homosexual, que pretendió dotar de profundidad a las historias de los clásicos situándolas en un contexto psicoanalítico. Lo logró especialmente en su versión de 1968 del cuento de hadas “Cascanueces”: desplazó el argumento original hacia el dominio de las fantasías sexuales infantiles, situando las ilusiones femeninas de Clara, la protagonista, son despertadas en sueños por el Cascanueces transformado en un príncipe apuesto que se asemeja al tío de la niña. El ballet también insinúa un posible interés erótico del tío por su sobrina, éste no ya en sueños, sino en la realidad.

rosarito y josé abuelos

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