Ser bi se puso de moda en los primeros barrios gays de Nueva York de los locos años 20, como Harlem, con clubs nocturnos donde las cantantes de blues Ma Rainey, Bessie Smith, Ethel Waters y Gladys Bentley cantaban sus aventuras con mujeres como Tallulah Bankhead, Beatrice Lillie y la que pronto se llamaría Joan Crawford (1905-1977). La mayoría estaban casadas con varones, pues la bisexualidad era más aceptada que el lesbianismo. En España, la médico anarquista zaragozana Amparo Poch (1902-1968) publicó en 1932 “La vida sexual de la mujer”, donde criticaba la monogamia, para ella una esclavitud, e incita a las mujeres a desarrollarse en el amor libre y la bisexualidad. Madonna (1958) hace años ya se declaró abiertamente bisexual y, ante miles de espectadores de los MTV Video Music Awards del 2003, dio un comentado beso de tornillo a Britney Spears. De Errol Flynn, que iba de hombretón aguerrido en las películas que protagonizaba, sabemos que -casado con Lili Damita- tuvo un romance con Tyrone Power (padre de Romina Power) y se vio involucrado en escándalos prepubescentes. Para terminar: la íntima amistad de Goya (1746-1828) con Martín Zapater Clavería (1747-1803) ha invitado a pensar a algunos biógrafos en una posible bisexualidad del pintor, que se casó y tuvo muchas amantes, pero en las cartas que mandó a su amigo, a lo largo de 25 años, se hallan muestras de un homoerotismo de alto voltaje. Así lo afirma Natacha Seseña, autora de “Goya y las mujeres”, de donde extractamos que Goya escribió a su amigo: “He compuesto el cuarto donde hemos de dormir”, “el que te quiere más de lo que piensas” junto con dibujos de penes y vulvas.

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