“Dicen que la única cosa mejor que el huevo frito es el sexo —nos cuenta Veríssimo—. La comparación es difícil. No existe nada en el sexo comparable a una yema dejada intacta encima del arroz después de que fue comida la clara, esperando el momento de placer supremo cuando el tenedor rompe la fina membrana que nos separa del éxtasis y la yema toda se desmancha, sí, se desmancha y el líquido caliente y viscoso corre y se esparce por el arroz como las gacelas doradas entre los lirios de Giliade en los cantares de Salomón, sí, y usted se lleva el arroz a la boca y lo saborea hasta el último grano humedecido, sí, y después todavía limpia el plato con el pan”

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