Nos recorremos a tientas

el pespunte, el código de barras,
el punto de contacto de los cuerpos,
la rutina y la constancia
de la mano conocida,
el acaríciame que nos desvanecemos
ilusión y tragedia siguientes,
el acogednos que nos insonorizaremos
las ganas de poner buena cara
y dormiremos treguas a plazos
y no lograremos la cima, gracias,


pues ningún hartazgo dulce o salado
puede surgir más a borbotones
si seguimos deslumbrando dioptrías
como sólo nosotros sabemos hacerlo,


si préstamos, si todo cuanto en su momento
ya hablamos hasta el hartazgo revela
cuánto brilla de nuevo cada carencia,
si a partes iguales enmudecemos
bucles y repartimos deudas,


si comprendemos que aunque saltáramos
al vacío
no nos moveríamos un paso


porque damos vueltas en lo mismo,
una y otra vez,
maravilla indispensable
de buscarnos las cosquillas


y pase lo que pase seguiremos juntos
pues, por lo visto, por aquí,
nadie, excepto nosotros dos,
escucha las volteretas
con los ojos abiertos.

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