Amo las tardes indecentes
en cafeterías para pitiminíes,
las malas artes de tu nombre
bailando entre mis labios.
La historia del té con limón
(a veces también con piel y azúcar)
y al camarero con su embarazosa dignidad
cuando nos ve casi desaparecer bajo la mesa.
Amo los ojos tiernos de lobo feroz
que pones
para intuirme bajo la ropa
y el escándalo de la lluvia
detrás de los cristales.
(Las pruebas del delito, DVD, 1997, p 46)
Proposición deshonesta
Propongo
la audacia del tacto como recurso
a esos domingos tediosos en la tarde
cuando la carne proclama dulcemente
con esa desvergüenza de lo ingenuo:
muérdeme ahora
o quédate con hambre para siempre.
(Las pruebas del delito, DVD, 1997, p 47)