El vínculo de Errol Flynn con la isla atrajo a sus ilustres amigos.
publicado por Elisabet Sans en EL PAÍS 20-12-2015 | La llegada de Errol Flynn en 1950 a Mallorca bien podría ser el guion de una de sus películas. Tras casarse en Montecarlo —ciudad en la que las estrellas de la época dorada de Hollywood disfrutaban de vacaciones y sonadas fiestas—, viajaba en barco con su tercera esposa, Patrice Wymore, camino de Gibraltar cuando una tormenta obligó a desviar el Zaca hasta Pollença. La belleza del primer amanecer en Mallorca amarró al actor a la isla durante la última década de su vida. Años en los que Flynn (Australia 1909, Canadá, 1959) enseñó las bondades de la zona a ilustres amigos como Ava Gardner, Rita Hayworth, Orson Welles, John Wayne o Tyrone Power. La Ibiza de hoy, plagada de famosos, poco tiene que envidiar a los veranos hollywodienses mallorquines de los cincuenta.
Con la idea de rescatar el pasado, Roser Amills ha escrito El ecuador de Ulises (Ifeelbook). “Me sabe mal que los mallorquines no tengamos la autoestima suficiente como para añadir la presencia de estos grandes actores a la historia de la isla”, dice tras bucear en las memorias del actor, las noticias publicadas hace 60 años y escuchar las “batallitas” de algunos vecinos de Palma. La novela -contada por el personaje ficticio Miquel Bibiloni (basado en el abuelo de la autora)- recoge la estancia en la isla de “un actor del que se tuvo que suavizar su pasado porque había hecho tantas cosas en su vida que no era creíble”. Antes de ser uno de los mitos sexuales de Hollywood, fue deportista olímpico, pescador de perlas, buscador de oro, castrador de animales e incluso viajó a España para luchar con los republicanos en plena Guerra Civil, algo que le puso en la lista negra de la dictadura y que estuvo a punto de costarle la expulsión de la isla.
Una infancia en el ‘Zaca’
Una novela llena de historias reales que despertó el interés de Ventura Sala. Su padre fue uno de los tripulantes del yate Zaca, y su niñez está plagada de anécdotas junto al actor. Sala —que tiene recopiladas más de 500 páginas con información y fotos de la época— recuerda que aprendió a nadar y que destrozó parte de la cocina al disparar una de las escopetas guardadas en un armario. Flynn le impuso el sobrenombre de Pequeño Bandido al intentar besar a su hija Arnella, de quien heredó desde el andador hasta sus juguetes. “Tenía problemas con la bebida, pero mi padre me hablaba de él como un buen patrón y buena persona”. “Al principio, su presencia era como un boom. Aunque estuvo tanto tiempo en la isla que ya algo era algo normal verlo en el muelle, desayunando o de copas”, cuenta Sala. “Además, era muy accesible. No como Michael Douglas”, puntualiza. Wymore se integró tanto en la vida mallorquina que terminó cantando boleros y actuando en el Tito’s, que también pisó Marlene Dietrich.
“Tanto Flynn como las otras estrellas se relacionaron de una manera absolutamente cercana con los mallorquines. Lo que les resultaba atractivo era ir a tiendas y restaurantes sin ser molestados”, le da la razón Amills. Para sus vacaciones y fiestas se iban a Montecarlo, Marruecos o Cuba; en Mallorca encontraban la paz. Pero tampoco faltaban los saraos y los escándalos, que contrastaban con la rígida vida impuesta por la dictadura. Flynn fue uno de los primeros objetivos de los tabloides y Mallorca, su refugio de los problemas con las mujeres y el acoso de la Warner y los acreedores. La vida del Robin Hood del celuloide se ajustaba más a la tormenta que a la calma, y precisamente una le llevó hasta Mallorca con el Zaca, que significa paz en somoano. Nombre premonitorio de lo que encontraría Flynn en la isla.