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Prólogo «El silencio pélvico»

Superar el vaginismo desde la terapia física

Book Cover: Prólogo "El silencio pélvico"
Editions:Paperback (Spanish)
ISBN: 9788494419584
Pages: 196

El libro que habla claro sobre el vaginismo, un trastorno silenciado que padecen miles de mujeres. Hasta el momento el vaginismo siempre se ha considerado como una enfermedad psicológica que no tiene tratamiento específico, pero para Pilar Pons el vaginismo es una contractura muscular y se puede superar fácilmente con fisioterapia

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Prólogo de Roser Amills

Este libro no es solo necesario; es, además, mágico. Hace unos días, mientras leía el libro de Pilar Pons que tienes en tus manos para preparar este prólogo, sentí un impulso. Me había levantado de mi escritorio para cambiarme el tampón y colgué una foto de mi dedo manchado de sangre en Instagram.

¿Por qué lo hice? Porque quería compartir con el mundo una pregunta: ¿qué pasa si hago visible de este modo mi vagina?

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La respuesta no tardó en llegar, recibí 100 mensajes en menos de una hora. Una seguidora me reñía, decía que eso era algo íntimo de la mujer y que debía guardarlo para mí. Otra me decía que soy una guarra. Un hombre insistió describiendo en largos párrafos lo asqueroso que le parecía que compartiera con el mundo esa foto de mi dedo manchado de sangre, esa sangre de mi vagina: la comparaba con mocos, vómitos o, literalmente, un pedazo de mierda; luego trataba de ser más educado y me aleccionaba sobre por qué los detritus no deben mostrarse y más tarde expresaba, ya en un cuarto o quinto comentario de la foto y con toda la ira de que era capaz, lo mal que está mostrarle al mundo «algo así». Una treintañera tímida trataba de rebatirlo diciendo que era «la sangre de la vida». Otra mujer amonestaba al iracundo, a quien tildaba de machista y le recriminaba que era él quien tenía un problema. Uno de mis seguidores más fieles, apenado, me comunicaba que por primera vez discrepaba de una de mis fotos y tal vez dejaría de seguirme. Otra mujer respondía que es muy frecuente en el cine porno ver corridas de semen en la cara de mujeres, pero no tanto ver sangre menstrual, y así siguieron entre todos desgranando prejuicios para reflexionar sobre ellos. Otro hombre me llamó simplemente cerda. Una mujer guapísima me reconvino en tono cariñoso diciéndome que no siempre hay que mostrar imágenes tan realistas de lo que es ser mujer, pero que era mi Instagram y yo podía hacer lo que quisiera. Otro reflexionaba sobre cómo se podría representar el ciclo de la vida de una forma más bonita, según él más estética, es decir, sin ese incómodo dedo manchado de sangre menstrual. Un simpático seguidor exclamó: «Dejadlo ya, no es más que un dedo manchado de un poco de sangre menstrual, no hay para tanto». Una joven decía que si yo hubiera dicho que me había cortado el dedo, es decir, si hubiera omitido que la sangre era menstrual, no hubiera pasado nada. Una señora exclamaba: «¡Ya me gustaría a mí tenerla!», y otra le respondía que se la regalaba, que le daba muchas molestias, que entorpecía su día a día, pero que bien pensado quizás también ella un día la echaría de menos…

Sentí amor por todos ellos, como una hora antes había sentido amor por mi vulva y así se lo había expresado al mundo. Con una foto. Sentí amor por los hombres y las mujeres que tienen miedo de hablar de la regla y, por tanto, de la vagina, y se asustan cuando alguien lo hace. Por los hombres y las mujeres que hacen todo lo contrario, que se alegran de que alguien ponga literalmente el dedo en la llaga. Sentí amor sobre todo por las numerosísimas mujeres que sé que son tan atrevidas como yo, que callan aunque sé que desean hablar de su feminidad sin que nadie las insulte, desprecie ni mire con malos ojos.

Soy gamberra. Soy descarada. Es mi energía y la expando, tiene que haber de todo en el mundo y deberíamos amarlo y tolerarlo y comprenderlo todo. Y mi vocación de hablar sin pelos en la lengua tiene un mérito claro: así demuestro que se puede hablar de lo que sea sin miedo: no me caerá un rayo del cielo ni me lapidarán, aunque sé que algunos me mirarán de reojo; pero no me preocupa, al contrario, me aporta muchas alegrías ser así.

Por ejemplo, haber conocido a Pilar, su trabajo, a sus pacientes. Eso ha sido un glorioso regalo, y lo será también sin duda para quien lea este luminoso libro. Porque hay mucho trabajo en este libro, y además demuestra que queda mucho por hacer para normalizar la relación de la humanidad con las vaginas, para sacarlas a la luz y mirarlas como merecen: con amor. Lleva Pilar muchos años en esa cruzada, y con una sonrisa de oreja a oreja la he escuchado, leído y admirado, puesto que siento que merece la pena estar aquí con ella.

Un día se conectó Pilar conmigo a través de las redes sociales y me regaló el maravilloso relato de su labor: supe que Pilar se dedica a despertar vaginas dormidas.

Ahora sé que también despierta conciencias.

Las de sus pacientes, en primer lugar, pero también todas las demás. Porque Pilar habla el lenguaje de todas las vaginas del mundo y nos canta con ellas canciones alegres: baila, disfruta, conócete, vive, exprésate.

Gracias a Pilar sé que tengo la suerte innata de tener una vagina inquieta y segura de lo que le gusta, pero también que hay vaginas asustadas, vaginas desganadas, vaginas traumatizadas, vaginas lentas, vaginas flexibles, vaginas sin himen de nacimiento, vaginas cálidas… En definitiva, que las vaginas son como orquídeas, cada una con sus formas y colores, con sus pliegues y sus alegrías, y también con sus contracturas y necesidades de cuidado, con su falta de entrenamiento o exceso de timidez, con optimismo y vitalidad o vaginas sin voz a las que hay que animar a expresarse. Y, sobre todo, ahora sé lo que ya sospechaba: que en las vaginas hay mucha energía creativa, generosidad, equilibrio y sabiduría, y que las mujeres ganamos mucho cuando perdemos el miedo a despertar todo eso.

Gracias a Pilar Pons sabemos que se pueden curar las vaginas cerradas a cal y canto, que son las de las mujeres que tienen vaginismo. Que es un problema que esas mujeres han vivido en silencio por nuestra culpa: nuestros prejuicios colectivos no las dejaban hablar. Todos esos prejuicios que enumeraba antes sobre las menstruaciones son un ejemplo claro de lo necesario que es este libro.

Pilar sufrió al principio de su trabajo con el vaginismo, pero fue valiente: casi nadie del sector médico científico tomaba en serio sus descubrimientos porque estaban encerrados en sus prejuicios, a los que ella respondió con más casos e investigaciones, y exitosas soluciones, y así desde durante años, incansable, hasta que nos ha descubierto a cuantos le hemos prestado la debida atención, horrorizados, que el vaginismo abunda pero se puede tratar; lloraréis y reiréis de alegría con los casos que cuenta sobre mujeres de todas las edades que han escondido lo que les pasaba a madres y amigas, incluso a sus parejas, y han sufrido mucho hasta que han dado con Pilar.

Pilar las ha escuchado, las ha tratado, las ha curado. Les da la palabra en este libro, hablan de su vagina sin prejuicios y expresan el sufrimiento que les supuso no saber qué les pasaba hasta que dieron con ella.

Su mérito estriba en que Pilar sí ama las vaginas, y comparte ese amor con el mundo en este libro delicioso y emocionante de un modo honesto, profesional, sensible y responsable, ilusionada porque sabe que este libro va a ayudar a muchas mujeres que todavía no se han atrevido a hablar con/de sus vaginas, y no me refiero solo a las que padecen vaginismo, no.

Lo más importante es que este libro no es solo para las mujeres que padecen vaginismo. Atención: este libro es para todos los hombres y las mujeres, para que abramos los ojos y miremos con más amor, con más respeto, esa parte del cuerpo femenino que nos ha dado la vida, y que luego, apenas sabemos por qué, condenamos al silencio y la invisibilidad. Regalemos este libro a cada persona que hable con miedo, asco o ira de una vagina, de una mujer, y solo con que lo lea y comparta ya habremos mejorado el mundo.

Roser Amills, 2016

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Prólogo "El silencio pélvico" - Roser Amills, escritora mallorquina