Título: Asja
Subtítulo: Amor de dirección única
Autora: Roser Amills
Género: Novela histórica
Editorial: Comanegra
ISBN: 978-84-17188-02-3
Nº de páginas: 304 págs.
Precio: 18 €
Reportaje de Sandra Ferrer Valero
El amor es complicado. Mucha más en tiempos convulsos. No siempre se acierta. A menudo se sufre. Es lo que siente Asja, aquel día de 1955 en Berlín, cuando recibe la dura y contundente noticia de la muerte de Walter, un amor apasionante, pero también triste y tortuoso. Ahora, con más de seis décadas de complicada existencia a sus espaldas, Asja viajará a un pasado difícil de afrontar.
Asja. Amor de dirección única, rescata del olvido la extraña y angustiosa relación que mantuvieron durante años dos grandes nombres de la intelectualidad europea del siglo pasado. Él era Walter Benjamin, un intelectual alemán de origen judío que peregrinó a lo largo de toda su vida por caminos oscuros en busca de su lugar en el mundo y en el corazón de Asja. Ella se llamaba Anna Ernestowna Liepina, pero todos la conocían como Asja Lacis. El apellido lo había tomado de su marido, Julius Lacis, un periodista con quien tuvo su única hija, Dagmara. Con ella se había trasladado a vivir a Capri, en busca de un clima más saludable para la frágil salud de Dagmara. Allí, en la hermosa isla del mar Tirreno, se cumplió la profecía de un amigo de Walter: Son los dos peligros que tiene Capri: engordar y enamorarse.
Corría el año 1924, Asja ya era una reconocida dramaturga y una convencida bolchevique mientras que Walter acumulaba una serie de fracasos profesionales y personales. En aquella etapa de búsqueda en todos los sentidos, había recalado en Capri donde su vida cambió para siempre cuando su mirada se cruzó con la de aquella mujer en un mercado de la ciudad.
Walter quedó prendado. De algo más profundo que un color de ojos o una cintura determinada. De una voz y una silueta de espaldas, a unos diez metros de él. Al volverse hacia ella, la había sentido tan próxima como si lo abrazara con su presencia. […] Toda la agitación del entorno era poca comparada con la que sintió él.
Asja era entonces una mujer llena de energía, rebosante de sueños y convencida de haberse convertido en una abanderada de la lucha revolucionaria que años atrás había derrocado el régimen centenario del zarismo. Y se empeñó en convencer a Walter de la necesidad de convertirse en un soldado del bolchevismo.
Cuando los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno sentí, como tantos artistas de mi generación, que tras las banderas rojas llegaba la libertad y decidí hacer llegar ese mensaje a la gente con mi actividad en las calles, en el mercado, en el cementerio, en los sótanos, entre ruinas…
Pero no sólo compartieron ideas políticas. La pasión nació entre ellos y explosionó en los hermosos paisajes de Capri que se convirtió en el escenario de una apasionante historia de amor. Pero en Asja pesaban mucho sus ideales revolucionarios, unos postulados que defendían la libertad del individuo y ella entendió que no debía unirse a nadie, que así permanecería a salvo y preparada para continuar con su labor artística. Al final de sus días se daría cuenta del gran error que había cometido. Pero por aquel entonces, su vida profesional llevaba todo su ser:
El teatro permite expresar y educar la alegría de vivir, la generosidad de la gente, la indolencia ingenua, la romántica melancolía, el humor.
El teatro había sido para Asja desde muy joven su manera de expresar sus sentimientos y su herramienta para luchar contra las injusticias sociales.
Para luchar contra esa miseria, Asja había fundado y dirigido un teatro infantil proletario e ilegal en Orel, una pequeña ciudad al sur de Moscú, y ahí desarrollaba un método de su invención para que los pequeños actores improvisaran.
A lo largo de la novela, los trágicos encuentros y desencuentros entre Walter y Asja se entrelazan con la historia del siglo XX. Entre cartas de amor y silencios amargos se vislumbra el amenazante ascenso del nazismo, la degradación del leninismo, la peligrosa deriva hacia la que se dirige una Europa que aún no se ha curado de las heridas de la Primera Guerra Mundial.
Uno de los capítulos más oscuros del siglo pasado fue sin duda las purgas estalinistas y el exterminio de millones de personas en los gulags de Siberia. Un episodio dramático que se colocaría en los primeros puestos de un macabro ránquing de atrocidades perpetradas contra la humanidad hace poco menos de cien años. Un drama que Asja Lacis vivió en primera persona cuando fue detenida por el KGB acusada de contrarrevolucionaria y enemiga del pueblo y fue condenada a diez años en un gulag. El silencio que durante décadas se impuso a esta barbarie sobrevuela la novela, en la que se plasma metafóricamente lo que fue la angustia de los pocos que sobrevivieron y tuvieron que callar el infierno que vivieron en los hielos perpetuos. Al principio del relato, situado en el año 1955, Bertolt Brecht y su compañera Helene, a quienes visita en Berlín, intentan sonsacar de Asja algún detalle de lo que ella define entonces como el invierno más largo de mi vida. Desde entonces y hasta el final del texto, el drama del gulag permanece latente, como un virus amenazante en la memoria de Asja. Hasta que, al final de la historia, es capaz de rememorarlo:
La mandaron a Siberia. Por fin podía recordarlo. Aquello había permanecido enquistado en su mente hasta tal punto que había necesitado escribir sobre ello para poder volver a respirar y dejar por fin de asfixiarse. Todo aquello dentro de ella… El dolor…
Enquistado permaneció el vergonzoso episodio de los gulags durante décadas hasta que la caída del muro de Berlín y la valentía de los supervivientes, amenazados por sus captores quienes pretendieron hacerles creer que aquello no debía ser explicado al mundo, consiguieron sacarlo a la luz para mayor vergüenza de la civilización.
El título de la novela, por cierto, es un guiño a una de las obras de Walter Benjamin, Calle de dirección única, publicada por primera vez en Alemania en 1928, uno de los libros aparentemente más desordenados de Walter, y se lo había dedicado.
Asja. Amor de dirección única, la cuarta novela de la escritora mallorquina Roser Amills, es, simplemente, un libro hermoso. Desde su cautivadora primera frase (El amor, lo mismo que el dolor, tiene la cualidad de ser difícil de cuantificar) nos atrapa. Porque la novela es una historia de amor, de desamor, de búsqueda de la verdad, del destino de unos seres atrapados en un mundo que se desmoronaba mientras ellos intentan agarrarse con fuerza a algo que les mantuviera vivos. La novela es, también, una reflexión sobre las grandes revoluciones, sobre los movimientos sociales y políticos que utilizaron los sueños de millones de personas para arrastrarlos hacia sendas de destrucción: Todas las revoluciones sin excepción, como había avisado Walter con lucidez, devoran a los revolucionarios.
Un libro, en definitiva, muy recomendable para los amantes de la historia reciente que quieran descubrirla de la mano de dos nombres propios, Asja Lacis y Walter Benjamin. Dos seres excepcionales no por sus altos logros, quizás tampoco por su elevada obra, sino por ser precisamente soñadores, creyentes de un mundo que pretendieron vislumbrar al final del camino. Y que lucharon por alcanzar.