“En mi ideario literario no queda excluída la filosofía. A ella le reservo el debido lugar, lo mismo que se lo reservo a la profecía. Primeramente, para mí, se acabaron las fronteras de los géneros, del mismo modo que entiendo que la poesía puede estar en un prosador. De hecho, la poesía moderna está más cerca de la prosa que de los cánones de la poesía rimada. Me rijo más por la Imaginación que por la Razón, y doy entrada a la sinrazón en mi literatura. Estimo que el ritmo de mi obra es casi una poesía de las ideas, un pensamiento poético, que oscila entre el abismo negro y el abismo blanco. Tres años de fratricidio, durante la guerra civil, me inmunizaron contra todo lo que pueda ser épico. He rechazado la novela por la novela, he dado la espalda a la solemnidad, y me ha movido un afán de brevedad, que me sitúa entre los escritores lacedemónicos. ¿Influencias? Directas, pocas, indirectas, muchas, pues amo el lenguaje por encima de todo y venero a quienes, por medio de la palabra, han sido graves o festivos. Desconfío sobre todo de toda literatura contemporánea que haya roto totalmente con el pasado”