Dice Bocaccio sobre la juventud de Popea: “Tuvo por costumbre mostrarse muy honesta en lo público; en secreto muy dissoluta, que es un común vicio de todas las mujeres. Y como ella saliesse ralas vezes en público, no le fallecieron empero artes y astucias. Ca sabiendo que el pueblo todo y los más principales se deleytavan y folgavan en ver el rostro y faz, siempre salió con la cara cubierta, no porque quisiesse asconder lo que desseava ser visto, mas porque mostrándose muy liberalmente no fartasse luego los ojos de los miradores y de toda la gente, y porque les quedasse aquel desseo de ver lo que estava encubierto con el velo, y porque en el rostro no le conosciessen sus costumbres y sus inclinaciones, que jamás perdonó a su fama.” La familia de Popea no estaba en muy buenas condiciones económicas, no a la altura del prestigio que su apellido había alcanzado y para tratar de arreglarlo Popea fue casada con un caballero romano de nombre Rufo Crispino, a quien dio un hijo del mismo nombre. Posteriormente, se casaría con el general Otón el cual, con espíritu práctico, se la cedió a su emperador, Nerón, que ya tenía esposa oficial, Octavia (que era una esposa de adorno y vivía virgen con su marido). Popea, ambiciosa, entendió que no podía ser emperatriz si Nerón no enviudaba, así que hizo matar a Octavia y le sirvió al emperador su cabeza en bandeja como regalo de bodas. Sin embargo fue emperatriz por poco tiempo: una noche Nerón llegó de un banquete borracho e inconsciente, y le propinó tal patada al vientre abultado de Popea que ésta y su hijo murieron casi en el acto.

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