Las primeras menciones sobre el erotismo de este artista aparecieron tras su éxito parisino con su interpretación del Esclavo en el ballet «Sheherezada», de Fokine, en el cual se movía con tanta gracilidad que era comparado con una pantera. Tras aquello, el público comenzó a atribuirle una aureola sensual que fue in crescendo, y que desembocó en divertidas anécdotas, como su despido del Teatro Marinskii porque rehusó seguir utilizando el accesorio que hasta entonces los hombres habían vestido por encima de la ajustada malla para disimular los genitales. Fue un éxito: la evidencia de estos órganos captó atención y asombro entre quienes se acercaban al ballet, el público ruso de hace cien años, que por primera vez vieron a un bailarín sólo en malla. También es conocida la anécdota del escándalo que supuso para los parisinos la secuencia final de una de sus piezas, “La siesta de un fauno”, donde él quedaba solo en el escenario y se tendía sobre el velo de una de las ninfas e imitaba movimientos masturbatorios mientras caía la cortina.

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