Surge un contratiempo sin importancia durante la entrevista para el Avui, con Ada Castells, que está previsto se publique el próximo 23 de diciembre, un contratiempillo que da cuerda a la maquinita de pensar: no tengo estudio donde fotografiarme, no tengo la habitación propia ni de Virginia Woolf ni ninguna otra. Y ya llevo años así.
«Una habitación propia» no es una novela, sino un discurso que dio la escritora británica y el título se debe a que Virginia explica ahí que la mujer sólo será libre para escribir como los hombres (cantidad y calidad, se entiende) cuando lo haga en una habitación propia: las mujeres de su época no tenían estudio, despacho, nada parecido, escribían en el salón, rodeadas de familiares, niños, ruido. Por eso ella identifica la libertad con esa habitación.
Bien, pues yo como las mujeres de aquella época… a mis 36 años, casi (los cumplo en unos días), y en pleno siglo XXI… no dispongo, decía, de mi espacio-despacho privado para despachar, espaciarme e incluso escribir, por eso supongo que lo hago en el metro, en las colas administrativas, sentada en los bares y sobre todo en un rincón del salón, con los niños merendando por las tardes, con los transeúntes que salen de los restaurantes que tengo bajo mi ventana, del cine, de las noches, con el silencio madrugador, que es cuando por fin escribo, robándole tiempo al sueño, todo el tiempo que da de sí mi resistencia.
Bien, así es. Nada de habitaciones propias, la vida moderna lo pone difícil y a mí la verdad es que poco me importa, y no por llevarle la contraria a Virginia, admirable por cuanto defendió y la coherencia de cómo lo hizo. Pero tengo un cuerpo propio, que a mi juicio es más amplio, inspirador y liberador que todas las habitaciones propias del mundo. Ya me entendéis, que para todo lo demás… MasterCard.
Aunque el fotógrafo no haya entendido nada, o precisamente todo y por eso hayamos hecho la foto en el balcón diminuto, que es más calle que casa según se mire. Ada creo que sí me ha entendido, y me gustará ver cómo lo cuenta junto con todo lo demás que comentamos, MORBO y cómo y cuándo y por qué y para quién escribí este poemario lúdico-erótico-profundo-divertido que ha motivado tanto la entrevista como esta reflexión casolana… Ahora me voy a sentar donde sea a leer un rato, a escribir quizás, y por supuesto a esperar con ganas al 23 de diciembre.