Como en todo lo que es importante, hay que empezar por el principio para sacar algo en claro que realmente sea útil y enriquecedor: ¿Qué educación sexual has tenido tú? ¿Qué educación sexual ha tenido tu pareja?

Mira a tu pareja como si acabaras de conocerle, sin dar nada por hecho ni hablar por él, y pregúntale cómo son sus orgasmos. Tanto si los ha tenido contigo como si son pasados o imaginados. Ten curiosidad por saber cómo los vive, si le gustan más o menos según el día, la situación, la copa de vino, el contexto o el tiempo libre.

Y, sobre todo, no os dediquéis a decir que todo es maravilloso sin más: hablad con un poco de método científico. ¿Orgasmos matutinos o nocturnos? ¿A solas o en compañía? Al principio da vergüenza, pero en cuanto empieces a cosechar los frutos de esta actitud te darás cuenta de que sólo así podremos tomar las riendas de nuestros verdaderos orgasmos, conociéndolos, hablando de ellos sin pelos en la lengua, tratando de devanar la madeja de misterios para ver un poquito más claro y sin temor a lo que el otro pueda pensar.

OJO! Y sin sentimientos de culpa: hay que recordar que de todo somos responsables, sí, pero no culpables.

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