A partir del siglo XIII, dentro de las reglas monásticas de determinadas ordenes comenzó a ser frecuente solicitar la abstención de las monjas de visitar las celdas de otras hermanas, se prohíbe que cierren puertas y se evitaba que se trabaran relaciones de amistad “especiales”. Se han encontrado manuscritos medievales donde se corrobora que las practicas amorosas entre monjas existían. Los juristas discutían el tema, como Cino de Pistoia, que dice que hay mujeres que debido a sus “viles tendencias perversas” ejercitan su lujuria sobre otras y las persiguen tal si fueran hombres. Bartolomeo de Saliceto (1400), escribe que entre monjes y monjas sucedía algo parecido.

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