Fotografía de la muchedumbre

En la fotografía de la muchedumbre
mi cabeza es la séptima de la orilla,
o tal vez la cuarta a la izquierda,
o la veinte desde abajo;


mi cabeza no sé cuál,
ya no una, no única,
ya parecida a las parecidas,
ni femenina, ni masculina,


las señales que me hace
son ningunos rasgos personales;


quizás la ve el Espíritu del Tiempo,
pero no la mira;


mi cabeza estadística
que consume acero y cables
tranquilísima, globalísimamente;


sin la vergüenza de ser una cualquiera,
sin la desesperación de ser cambiable;


como si no la tuviera en absoluto
a mi manera y por separado;
como si se hubiera desenterrado de un cementerio
lleno de anónimos cráneos
en un aceptable estado de conservación
a pesar de su mortalidad;


como si ya hubiera estado allá
-mi cabeza, una cualquiera, ajena-


donde, si recuerda algo,
sea tal vez el profundo futuro.

De “Si acaso” 1978

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