“Las once mil vergas” de Apollinaire, francés nacido en Roma, hijo de una dama polaca y de padre desconocido -se atribuye su paternidad al obispo de Monaco, fue la obra- maestra del escritor, según Pablo Picasso y otros contemporáneos.
Su primera edición data de 1907 y fue la nueva novela de la que se hablaba en voz baja en los salones distinguidos de París y del extranjero por sus escenas de pederastia, safismo, necrofilia, escatomanía, bestialismo… Los términos sexuales empleados en francés son de precisión y refinamiento extraordinarios.
Apareció de forma clandestina y bajo pseudónimo y en esta obra el autor plasmó sus más oscuras vivencias y fantasías sexuales, así como las de sus contemporáneos, pues el ambiente es el de la belle-époque, su época, y, como han documentado los especialistas, los personajes están todos inspirados en amigos y conocidos de Apollinaire o en personajes de la crónica mundana del París de la época (Mony Vibescu, el protagonista, podría hacer referencia a un Bibesco amigo de Marcel Proust), así como en sus propias ofuscaciones eróticas. Una que fascinó y escandalizó a partes iguales fue la de una enfermera de la Cruz Roja, bella como un ángel tal como la describe Apollinaire, que insaciable y vampírica viola a los muertos y a los heridos para luego chuparles la sangre: “La enfermera gozaba silenciosamente, crispando sus manos en la herida del moribundo, que gemía horriblemente. Expiró en el momento en que Mony descargaba. La enfermera le desalojó inmediatamente y, bajando los pantalones al muerto cuyo miembro estaba duro como el hierro, se lo hundió en el coño, gozando siempre silenciosamente y con el rostro más angelical que nunca”.