Cuando me asomo a la raja, veo un signo de ecuación, el mundo equilibrado, un mundo reducido a cero y ni rastro de residuos. No el cero que enfocó Van Norden con su linterna, no la raja vacía del hombre prematuramente desilusionado, sino un cero árabe, el signo del que brotan mundos matemáticos infinitos, el punto de apoyo que equilibra las estrellas y los sueños ligeros y las máquinas más leves que el aire y los miembros livianos y los explosivos que los produjeron. Me gustaría penetrar en esa raja hasta los ojos, hacerlos oscilar ferozmente, a esos queridos ojos locos y metalúrgicos. Cuando oscilen los ojos, volveré a oír las palabras de Dostoyevski, las oiré pasar página tras página, con la observación más minuciosa, con la introspección más loca, con todos los medios tonos de la miseria, ora tocados ligera, humorísticamente, ora aumentando gradualmente como una nota de órgano hasta que el corazón se parte y sólo queda una luz cegadora, abrasadora, la luz radiante que se lleva las semillas fecundantes de las estrellas.
henry miller: