En California se encuentra la mansión más lúbrica de la reciente historia pop, donde este abuelo octogenario, que dice seguir sexualmente activo, continúa eligiendo personalmente a la chica del mes para su revista y disfrutando con sus novias en la mansión. En sólo tres meses logra celebrar en su casa 22 fiestas llenas de «conejitas», y algunas de éstas han destacado una fantasía fetichista de este playboy que les ha llamado la atención: pasea siempre en pijama por sus amplias estancias, repartiendo favores y caricias a las rubias que comparten techo con él. De hecho, su última novia, que canceló la boda a unas semanas del enlace, afirmaba recientemente en una entrevista radiofónica que nunca había visto desnudo al fundador del imperio Playboy. La clave del éxito quizás esté en ese pijama eterno, a medio camino entre el esmoquin y el disfraz, que combina colores de vino tinto y fastuoso negro satinado. Ese que nunca se quita para copular con sus conejitas.