Las series “Bus Riders”, (quince fotografías sin título), y “Murder Mystery people”, (diecisiete fotografías que relatan la trama de un crimen), fueron obra de una joven Cindy Sherman recién llegada a Nueva York tras salir de la Universidad. Se trata de una Sherman disfrazada, dramatizada, convertida en múltiples personajes, en un juego privado y con el espectador. Son retratos en blanco y negro, sencillos, simples incluso, desde el punto de vista técnico, con un mismo fondo y un disparador activado por la propia fotógrafa con el pie, algo indisimulado en la propia imagen. Pero el encanto de estas fotografías reside en otros aspectos. Se trata de sus primeras obras, de las primeras investigaciones e inquietudes, y hablan de la tremenda atracción que Cindy Sherman siempre ha tenido por los disfraces, de los primeros autorretratos ajenos, metamorfoseada en personajes de películas de serie B, o en el caso de “Bus riders” en personajes anónimos perfectamente reconocibles, desde la estudiante universitaria hasta el ama de casa, siempre dentro del estereotipo social. Hasta principios de los ochenta, la autora trabajará exclusivamente con estos autorretratos fotográficos en blanco y negro, y después aparecerá el color, y los formatos se ampliarán.

 

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