En junio de 2016 fue maravilloso presentar y conocer, todo a la vez, a la maravillosa Marta Querol.
Así recordaba Marta Querol esa presentación, en «Ferias, libros, hadas y espejismos», el post de su blog que reproduzco a continuación:
«En el Corte Inglés me encontré con el buen hacer de Eva Franqués, de Ámbito Cultural, que se desvivió. Es muy gratificante conocer a buenos profesionales que no solo hacen bien su trabajo sino que ponen cariño en lo que hacen, y eso se nota.
Allí me esperaba Roser Amills, mi presentadora, el otro gran descubrimiento de este pequeño viaje.
Hay muchas formas de presentar una novela y yo, con Roser, tuve la mejor. Había leído mi novela ―sí, algunos presentan sin leer el libro aunque parezca mentira― y lo había interiorizado por completo. Habló con el corazón, con conocimiento, con un cariño hacia mi obra que no sé de dónde salía porque no me conocía de antes pero era palpable; con dulzura, con gracia, con profundidad y mucha generosidad. ¿Qué más se puede pedir? Me encantó conocerla porque de su forma de hablar y sentir lo que lee deduje la gran persona que hay en esa anatomía diminuta y delicada, alegre y profunda. Sabia, como diría María Vicenta. La definí como un hada porque es lo que me pareció y ya solo conocerla habría merecido la pena el viaje. Las personas de luz no abundan y encontrarlas es un privilegio del que por fortuna disfruto con frecuencia.
Durante la presentación los lectores me dejaron casi sin palabras. Alguna de las cosas que me dijeron coincidía con otras que ya había oído, como que al terminar de leer mi novela uno es mejor persona que antes de leerla. Roser me decía que no era un libro de autoayuda pero hacía pensar y reflexionar sobre muchas situaciones de la vida y dejaba un poso positivo. No me lo planteé al escribirla pero me alegro que lo sientan así. Me dijeron que la crudeza y realismo que destilaba cada escena recordaba a Chirbes ―¡Chirbes!―y llegaba a sobrecoger. No lo había pensado, pero es cierto, con el tiempo me he dado cuenta de que es más dura de lo que creía. Tal vez porque yo también lo soy. Un lector me dijo que no dejara nunca de escribir, que tenía ángel; no sé muy bien qué es eso, pero me sonó bien. A veces necesitamos oír que vale la pena lo que hacemos por esas otras veces ―mucho más frecuentes― en que parece que no tiene ningún sentido.
Fuimos pocos, muchos menos de los que dijeron que vendrían, pero muy cómplices y entregados.»