En pleno siglo XXI tenemos más información que nunca sobre sexualidad, pero muchos siguen igual de perdidos que siempre, explica Roser Amills, autora del libro ¡Me gusta el sexo!, quien ofrece algunos consejos para obtener la felicidad más íntima

EFE – 17-9-2013 – “El sexo no solo crea vida, sino que además nos carga de energía positiva”, señala Roser Amills. “Sin embargo ?matiza esta experta en tendencias y asesora editorial- a menudo nuestra felicidad sexual se ve dificultada o reducida por diversas trabas, apatías, tergiversaciones, malentendidos, discusiones absurdas y falta de autoestima”.

“Las cosas van mal cuando una de las partes obliga a la otra a hacer algo que no quiere, cuando uno de los dos no se siente satisfecho, o cuando hay aburrimiento”, sintetiza esta experta.

Si queremos recuperar la capacidad para disfrutar de nuestra vida amorosa en todo su potencial, debemos superar estos obstáculos.

Para valorar nuestro nivel de felicidad más íntima, Amills recomienda plantearse estas preguntas: ¿Estamos realmente satisfechos con nuestra vida sexual? ¿Somos felices con nuestra pareja? ¿Somos capaces de hablar de sexualidad sin vergüenza? ¿Disfrutamos de nuestras relaciones plenamente?.

Con el fin de que las respuestas a estos interrogantes sean afirmativas, es decir para mantener vivo el deseo y recuperar las riendas de nuestro erotismo, Amills comparte algunos consejos prácticos y realistas para aumentar nuestra felicidad sexual y para que no decaiga, “pase lo que pase”.

Tres de los mayores adversarios psicológicos de la sexualidad plena y satisfactoria son: el aburrimiento, la dependencia y los miedos.

Evite las relaciones “vainilla”

“El aburrimiento en una pareja no nace en la cama, sino mucho antes, cuando se aburren juntos mientras cenan, por ejemplo”, señala Roser Amills.

Según esta experta, “a veces la otra persona es encantadora y nos trata de maravilla, pero en la cama tiene la gracia de un pez. Hay que decirle que no al “sexo vainilla` es decir a las relaciones sexuales aburridas e insípidas”.

Para Amills, la sexualidad “vainilla” consiste en aburrirse mutuamente por ser la relación tibia e intelectual, y por ser tan sosa, “que apenas apetece”.

Propiciar la felicidad hasta donde se pueda

“Nuestro “deber` no es hacer que las personas a las que queremos estén felices, sino propiciar su felicidad hasta donde se pueda, ya que la felicidad individual depende de cada uno”, considera.

“La persona dependiente no sabe construirse su propia felicidad y, si sigue así, terminará confirmando sus temores: perderá no solo la alegría, sino también a su pareja. Porque nadie puede hacer feliz a otro; cada uno se hace feliz a sí mismo”, agrega.

Para Amills, “todo se complica para una persona emocionalmente dependiente y su situación puede hacerse difícil cuando su cabeza comienza a dar vueltas hasta pensar cualquier cosa sobre los comportamientos de su pareja, ya que busca la felicidad en esa unión y no su propia felicidad individual”.

En este punto la experta es tajante: “no hay que estar con nadie para que nos haga felices, sino porque lo somos por nuestra cuenta y coincide que estamos al lado de esa otra persona para compartir nuestra felicidad”.

¡Fuera miedos!

Amills se muestra categórica respecto de los temores: “¡Hay que dejar de temer a lo que no conocemos del mejor modo posible, el más inteligente: conociéndolo!”.

Según la autora, “el mero hecho de vivir ya es una experiencia sensual que nos permite conocernos mejor y ser más comprensivos con los demás y la sexualidad nos posibilita entrar en el interior del otro (literal y espiritualmente), verle las costuras, y quitarnos máscaras y miedos, autosuperándonos”.

“Hemos de reconocer y aceptar nuestras virtudes y defectos y aprender a amarlos y desear, con todas nuestras fuerzas, que los demás puedan hacer lo mismo, pues cuanto más rápido entendamos que no se puede caer bien a todo el mundo, más felices seremos”, enfatiza Roser.

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