El hombre está empezando a llevar su cerebro fuera de su cráneo y sus nervios fuera de su piel; la nueva tecnología engendra un hombre nuevo.
MacLuhan

Para María Zambrano “la vista percibe la belleza que brilla, mas no puede percibir la sabiduría”. En el mundo contemporáneo las apariencias han sustituido a la realidad. No obstante la fotografía, una tecnología históricamente al servicio de la verdad, sigue ejerciendo una función de mecanismo ortopédico de la conciencia moderna: la cámara no miente, toda fotografía es una evidencia.

Así critica John Mraz en un interesante ensayo sobre los qué y porqués de la fotografía que el tipo de investigación que llevamos a cabo con las fotografías es diferente del que hacemos con los documentos escritos.

La fotografía es impactante, pero es muda. ¿Cómo la hacemos hablar? Ahora bien, si es fundamental ir más allá del ilustracionismo al usar las fotos para investigar y narrar la historia, también hay que darnos cuenta de las limitaciones del tipo de documento que es la fotografía. Edmundo Vallès, un historiador gráfico catalán reflexionó sobre este problema:

La importancia relativa de los temas no equivale a la que tendrían en un texto donde la ilustración es el complemento. El pensamiento filosófico, por ejemplo, tiene evidentísima trascendencia en la vida de un pueblo, pero no se puede fotografiar; nada más se puede fotografiar a los filósofos. En cambio, las competencias de globos –algo de gran interés para nuestros abuelos– son ciertamente menos importantes, pero constituyen excelentes motivos fotográficos y los aeronautas resultan mucho más sugestivos que los filósofos.

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